Dios le da a cada uno su propia guerra
Luego de un tomo I, varios viajes, aventuras, amoríos ilegales como platónicos. Fausto encuentra el objeto de su pasión, aquello que llama la atención a los mortales y le es incapaz de entender aquel que no teme a la muerte. Dónde encontró ese deseo tan profundo que desea que se le sea satisfecho es en un cuelgue que tuvo viendo las olas del mar. Y a mi, en su descripción, me vinieron dos imágenes bastante potentes:
[...] Domina allí ola tras ola, animada de fuerza,
que luego se retira sin haber logrado nada,
cosa capaz de angustiarme hasta la desesperación.
¡Oh, fuerza sin objeto de los indómitos elementos!
En ese punto mi espíritu osa volar por encima de sí mismo:
en esto querría yo luchar, esto es lo que yo querría vencer [...]
Y si sigue:
[...] Así que presto he trazado en mi mente plan tras plan:
consigue para ti el exquisito deleite
de expulsar al poderoso mar de la orilla,
de estrecharle los límites a la húmeda extensión
y obligarla a retroceder muy adentro de sí misma.
Tengo la necesidad nuevamente de volver a la metáfora por excelencia, aunque ya un poco agotada, del mar como inconsciente. pero acá entra una imagen, en los primeros versos citados que me parece la mayor angustia del ser humano: convertirnos en Sísifo. De eso se trata ganarle terreno al mar del inconsciente, dejar de actuar por impulsos motivados por el miedo a la muerte (recordemos que Sísifo cumple su condena por querer escapar de la muerte) y conquistar, en lo posible sin hipotecas, el señoría y caserío de la profundidad del mar.
En esto se arma una gresca entre el Emperador aparecido actos más atrás y un usurpador. La resolución, y victoria se da de la forma que debe ganarsele a aquellos impostores de nuestra personalidad que lucha por hacernos ser alguien que no somos, con magia, trucos demoníacos, fantasmas y engaños sensoriales, todo ello bajo nuestro control consciente, tal y como escribe Sándor Márai en "La hermana": la clave de nuestra enfermedad es entender que nadie la conocerá como la conocemos nosotros y seremos los mejores médicos para eso que nos pasa.
Está bueno lo de el mitio de sisifo como la aceptación de la vida en el contexto de que irremediablemente vamos a morir. Lo cíclico que parece inutil, pero que es todo lo que hay. Al final el mar, como inconciente que aparece y se retira, ¿No es "lo real es lo que siempre vuelve" ? Una fuerza motora irracional, como el universo mismo, que nos mueve como "parte de". Muy flashero
ResponderEliminarDe ahí que Jung no hablaba de casualidades, sino de causalidades, todo se mueve como un "parte de"
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