"Temor al castigo eterno y mucho que hacer" no tengo
¿Qué es lo que nos frenaría al común de los mortales llegar a un acuerdo con el diablo? Es el temor al castigo eterno, a que una vez cumplida la tentación por la cuál firmamos ese acuerdo, que suele significar un placer instantáneo al lado de lo que es el tiempo infinito, el miedo a que nos espere para siempre el camino del mal, ser siervos de lo demoníaco en el infierno. Por eso, siempre el acuerdo se llega para darle el bien a un ser querido; o en un estado de completa desesperación; o lo que es distinto, pero no tan distinto, en un estado de apatía total con la vida, el cual es el caso de Fausto.
El acuerdo de Mefistófeles con Fausto es ser su acompañante, su siervo, por lo que tiene de vida, para luego se inviertan los roles y sea Fausto quien tenga que seguirlo por la eternidad. La condición de Fausto es que esto se de solamente si aquello que le sume, le enseñe, le sirva para hacerle sentir mejor, para agradarse a sí mismo. Cuando diga las palabras ¡Detente, eres tan bello! es que se dará cumplido el servicio del demonio y podrá llevárselo con él.
El entregarse a lo demoníaco, o hacer negociaciones con él, refiere estar abierto a la realidad de lo prohibido. Cuando en la consciencia no se encuentra el alivio, es necesario adentrarse al mundo de las tinieblas, a la Sombra, al material inconsciente que alberga todo aquello que es propio pero no lo tratamos como tal. Pero el objetivo de Fausto es claro, porque él apunto siempre a lo trascendental, mientras que Mefistófeles lo trae de nuevo a lo terrenal y lo literal: Eres, a última hora... lo que eres. Los placeres a los que parece que quiere atraerle lo demoníaco son aquellos que tienen que ver con lo material, y lo que esto te suma como persona.
¿Si yo puedo pagarme seis caballos,
no es verdad que ya son mías sus fuerzas,
Cabalgo y soy el mismo hombre cumplido
que si tuviera veinticuatro patas?
Y es de hecho al primer lugar que lo lleva, con el fin de deleitarlo, a un lugar que es reflejo de lo que en el capítulo "Ante la puertas de la ciudad" se nos enseña, una sociedad del disfrute, la joda, la bebida y la desconsideración al otro. Una sociedad que admira la sabiduría como algo lejano y simplemente disfruta de la espontaneidad de los cánticos y el ridiculizar. Pero aquí, Fausto, no encuentra placeres ni disfrutes. El placer de las bebidas de calidad, y variada. Bebidas que se vuelven tan especiales para los consumidores que a la mínima perdida que se dé, por menor que sea la gota, se sufrirá y quemará como las llamas del mismo infierno, esa es la relevancia que se le da al placer por algo material, por puro hedonismo.
Está muy buena la demonización de la bebida que hace.
ResponderEliminarJusto tocaste el tema que buscaba jajaa, es apatía lo que tiene Fausto no? Es una condición clinica?
Yo creo que si! cómo te comenté en Fausto viejo meado, es un nivel de desolación que lleva a la despersonalización, al desconectarse totalmente con el disfrute y la pasión por algo... la desesperanza.
ResponderEliminarAnhedonia total!
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