Mama´o tan todas buenas

 En la siguiente parada de Fausto y Mefistófeles, hacen una pequeña visita a una bruja, pero de una forma tan bizarra e incomoda, como quien esta yendo al boliche y para un segundo en el bar de un colega a meter un chupito para ir bien puesto.

Comencemos con la curiosidad de la cantidad de bestias que habían, y por sobre todo de los monos cuidando del caldero de la bruja. ¿Hablamos del humano primitivo/instintivo? Es el que se encuentra en lo profundo de nuestro inconsciente, la parte animal (que nos une al mono) y reprimimos. Es Mefistófeles quien hace el contacto con lo animal, el que les habla y les festeja, o les pregunta por la bruja.

En este capítulo se da el contraste entre dos imágenes, que abren las puertas de un espacio que suele ser de muy difícil alcance en el desarrollo psíquico y el camino del héroe en general: el encuentro con el Anima. Jung, nos cuenta que el Anima son todos aquellos aspectos del alma femenina reprimidos en el hombre. En ese lugar se encuentran las motivaciones que llevan a encontrar el amor proyectándolo en una mujer, entre otras funciones. El Ánima, con el Ánimus (lo mismo pero masculino), son de los Arquetipos más importantes y fundamentales para la formación del individuo. Lo curioso, como bien habla Mefistófeles al final del capítulo, el Arquetipo de Anima suele tener una representación (que se le acerca) en cuanto símbolo terrenal, en figuras como Helena (la mujer perfecta), pero para darle mas sazón al asunto, ¿a qué no adivinan cual suele ser el símbolo utilizado cuando se rechaza el Ánima en la consciencia?, exacto, suele ser representado por las brujas, madrastras, etc.

Visto de esta forma, tenemos a un Fausto que por alguna razón se encontró con el lago de Narciso hecho espejo, en el cual lo que vio reflejado no fue su imagen, sino su Ánima, visión que su consciencia (y su pecho) no podía soportar. Hasta que la bruja le ofrece el beberaje, con la bebida bajan las resistencias y comienza a proyectase en el Otro la imagen del Ánima. Usualmente, cuando un mortal tiene un encuentro de este calibre con un símbolo tan negativo del Anima se le suelen activar las defensas y rechazarlo, pero no olvidemos que nuestro héroe está acompañado por lo demoníaco, que le ayuda a romper esta defensa y pasar a los siguiente capítulos donde Fausto se encuentra con su alma femenina caminando por la calle (Margarita). Pero acá encontramos un Ánima infantil, inmaduro,  reticente, que no muestra el mínimo interés. Normal cuando un veterano quiere agarrarse a una niña de 14 años.

Entre desesperos y peticiones, llegando incluso a amenazar con romper el trato si no lo ayudaba a conseguirla, los capítulos están llenos de simbolismo relativos a la consciencia y al encuentro de un Ánima inmaduro: la inocencia/ingenuidad, le entrega del cofre repleto de joyas que la adornan de una forma que no se reconoce -es curioso, las joyas, piedras preciosas suelen estar cargado de simbolismos relativos a la consciencia (como en la pelota de oro de la princesa y el sapo) sería como obsesionarse con el Ánima y no poder sacarlo de la Consciencia-, pero por sobre todo, la falta de control y la dificultad de gestionar una emoción tan potente como es la de enamorarse por proyectarle la propia Ánima a un Otro.

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