浮士德 (Fú shì dé)

En el acto IV se retoma el arco del emperador. Ahora está exiliado esperando que se la vengan a dar sus detractores, que han armado una facción antiemperador. Mefis y Fausto se entrometen a ayudarlo con un ejército mercenario de bandidos de la montaña y un par de magias, ilusiones y lluvias de sangre típicas de cualquier necromancer. 
El punto del acto parece ser los altibajos: hoy estás en la cima y mañana en el fondo. Algo que los chinos explicaron a la perfección en el I Ching o libro de las mutaciones. Cambio es todo lo que hay. Lo importante es saber dónde estás y si estás subiendo o en caída para tomar las mejores decisiones. Pero la idea no es ir contracorriente sino saber vivir en el pozo y también en la gloria.  
El mar ejerce su dominio ola sobre ola, se retira sin haber creado nada, lo cual me produce espanto hasta la desesperación. Es una fuerza de elementos desencadenados que no tiene fin alguno. 
A Fausto lo desesperan los altibajos de la vida, la impermanencia (un día estas besando a Helena y al otro con el diablo) y también la falta de objetivo o propósito. No es como Chuang Tzu que nos dice con una sonrisa que un buen caminante no deja huellas. Eso que espanta a Fausto es el pan de cada día de los sabios chinos. El sabio no tiene un yo constante. Se adapta a lo que le rodea como el viento se mueve entre los árboles. Es una fuerza natural.
Fausto reconoce que es un hombre de acción y que en ella encuentra su sentido: Todas las fiestas, aunque fueran lucidas y en ellas no faltara nada, me hacían echar de menos el peligro. No encontrará regocijo en los placeres, lo único bueno es la acción, el peligro, lo cercano a la muerte, que nos hace realmente sentirnos vivos. Por eso afirma: Obtendré la jerarquía, la propiedad. La acción lo es todo, la fama no es nada
Fausto tiene una nueva idea, ante la mirada desconcertada del diablo, que a este punto debe tener ya las bolas llenas, desea enfrentarse al mar, ponerle límites y empujarlo de sus orillas. Una demencia, pero… se sabe que no se es héroe sólo por la fama sino, porque es lo más hermoso del mundo el emprender una tarea, por más enorme y descabellada que parezca, y vencer. Sin embargo, hay que evocar de nuevo a Chuang Tzu porque, me parece, va incluso más allá: El sabio actúa pero no se apropia de sus actos, realiza pero no se apega al resultado. Sin resultado y sin yo, la acción es completamente natural, pura como las olas del mar al romper y replegarse. Ese es el verdadero compromiso con la acción, hacer por hacer.  

 

Comentarios

  1. Ya quería yo que agarraras por el lado del "este cielo era suelo" las idas y venidas de la vida y el cambio. Me tenía un poco perdido, así como la acción por la acción, la pregunta es ¿qué es lo que motiva la acción? por eso agarre por el lado de Sísifo, al final la neurosis es un poco la acción por motivaciones que no entiendo ni controlo, y en caso más graves ser una marioneta de mi inconsciente.

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  2. Lo que motiva la acción está siempre oculto, como la naturaleza de heráclito... Quizás sea la naturaleza misma, una fuerza que no podemos racionalizar y definir y que está en constante cambio. (La Jipié un poco).
    En el fondo como las causas son siempre probables y conjeturables, solo podemos dar razones de lo que hacemos, y esas razones ya vienen mediadas por el lenguaje y las fantasías de la razón.
    No creo que sepamos porque hacemos lo que hacemos, como tampoco sabremos porque la naturaleza hace lo que hace, pero encontrar explicaciones nos tranquiliza y nos ordena de algún modo. Convierte lo infinito en finito.

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