Pa que te traje?
Cual extremo por derecha o izquierda, Mefistófeles está podrido de meterle centros a la cabeza a Fausto para que le erre abajo del arco. Él sabe que es horrible, sabe que no va por ahí la cosa, pero de todas maneras sigue levantando centros a lo Román y evitando pegarle él, porque sabe que Fausto, como buen goleador, alguna se le va a dar.
Luego de llegar a este mundo antiguo griego, que ni Fausto entiende muy bien, ni Mefistófeles se banca mucho, aparece el mayor deseo de nuestro héroe: la belleza en estado puro encarnada en Helena. El capítulo comienza en los pagos de Menelao, donde ella sabe ser dueña y señora de la casa, luego de unos diálogos donde nos deja entender la función que ella cumple para todos nosotros, como aquello que ahoga todo en lo bello para hacerlo trascender, y alguna referencia que me encantaría entender sobre volver a la casa paterna, Helena se encuentra con un personaje que no le devuelve su importancia en forma de eco, como está acostumbrada. Mefistófeles haciendo uso del viejo truco de los dioses griegos de personificarse en otros, aparece como el personaje de Fórcida y nos deja nuevamente un gran pique terapéutico:
jamás vergüenza y belleza recorren juntas de la mano
su camino sobre el verde sendero de la tierra.
La vergüenza, como la culpa y los hermanos son el mal necesario de todo ser humano. Los dos primeros son estructurantes de la psique, sin ellos la norma sería la psicosis y no la neurosis, no habría una posibilidad de vivir en sociedad, ni de tener acceso a lo bello de la vida. Cuando crecemos, y ya somos adultos funcionales y sociales, necesitamos soltarle la mano a la vergüenza, para ir junto con la belleza, ese es el camino terapéutico de sanación.
De esta forma se convence a Helena de dejar el abandonado palacio de Menelao para irse milenios más tarde, a la edad media donde Fausto la espera para coronarla reina de su nuevo castillo. El problema, cuando creíamos que no había nada peor que meterse con una menor y matar a su hermano, es que unirte a lo que es bello en términos generales/universales/arquetípicos, tampoco puede llevar a nada bueno. Así como Narciso no toleró ver su imagen en el reflejo de la perfección del inconsciente (con el agravante [o como consecuencia] de nunca haberse visto en realidad) lo que surge de la unión entre Fausto y Helena, es de tal ambición trascendental que no conocerá nunca sus límites y morirá sin llegar a la adultez.
¿Debería Fausto dejar de romper las bolas, y seguir los pasos de Wagner cuya creación (Homúnculo) fue por el camino seguro hasta nacer en este mundo? ¿Hasta dónde está la medida de nuestra ambición de trascendencia? los Arquetipos (junguianos) son una pauta utópica, pero nunca la medida de la salud o la enfermedad, ni siquiera de lo que es correcto e incorrecto. Margarita era un Ánima muy inmadura para Fausto, pero Helena es el otro polo, es el Arquetipo del Ánima al que los mortales nunca podremos alcanzar. Y si por algún motivo logramos poseerla, solo nos podrá llevar a la frustrante locura.
Que copado esto:
ResponderEliminar"la función que ella cumple para todos nosotros, como aquello que ahoga todo en lo bello para hacerlo trascender"
Y me encantó el análisis comparativo entre margarita y Helena. Al final Fausto va a lo platónico y nunca a lo real.